Un iPad, ¿y eso para qué sirve?

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Creo que, cada vez un poco más, tendemos a buscar soporte a nuestras propias creencias e ideas, para autoengañarnos o autoconvencernos más, para potenciar esos extremos. El que pregunta para qué sirve un iPad lleva, casi siempre, el mismo tono de voz que el que se asombra ante la cifra de dinero que hemos pagado por ello. Personalmente, tengo la suerte de tener ciertas ideas claras, como por ejemplo, que nuestro tiempo y nuestro dinero son sólo herramientas, y que somos dueños de las mismas, sin tener que dar más explicaciones sobre lo que hacemos con ellas de las que consideremos necesarias.

Un par de semanas con el nuevo iPad es tiempo suficiente para que se reavive la pregunta “¿Y eso para qué sirve?”, entre propios y extraños. Era una cuestión, en principio, más propia de los orígenes del dispositivo, allá por 2010, que incluso yo mismo me planteé, y todos lo hicimos. Pero dos años también es tiempo suficiente para reflexionar, ver nuestros hábitos cambiar, y pensar sobre las razones que hay detrás. La tecnología a nuestro alrededor ha avanzado vertiginosamente, y el espacio de 24 meses desde que se presento el primer iPad ha sido muy rico en novedades, con un balance más que positivo para los que disfrutamos con ello. Y, lo diré, ha sido rico también en descaradas copias del iPad y del iPhone, pero ese es otro tema diferente.

iPad MIDI

Cuando me preguntaban “¿Y eso para qué sirve?”, yo antes solía explicar con pelos y señales las bondades de tener un dispositivo tan portátil, con una autonomía realmente buena, comparado con otros dispositivos como el iPhone, y que además, sin tener la potencia que tiene un portátil –porque no lo es–, permite realizar las acciones que el 90% de los usuarios de portátiles realizan, como son las tareas de navegar, correo, leer, música, juegos, etc, con una pantalla, una resolución, un peso y unas dimensiones que no son las de un portátil. Sobre si es un capricho, por supuesto que lo es, es descaradamente obvio que es un capricho, pero el problema surge al preguntarse entonces, ¿Qué no es un capricho? Porque si nos referimos a todo aquello que no es estrictamente necesario, entonces los ordenadores lo son, la televisión lo es, y la mitad de la ropa de nuestro armario.

Es que aquí la palabra clave es “preferencias”, porque todo gira en torno a ellas. ¿En qué estamos dispuestos a gastar más dinero y por qué? Ante la pregunta que da título a este post, antes era más de vender los motivos personales que me habrían impulsado a gastar dinero en un MacBook, un iPhone o un iPad, con detalles más técnicos, con acrónimos, números, datos. Ahora, digamos este año, ya prefiero omitir todo aquello, y me olvido de datos de memoria RAM o de resoluciones de pantalla (aunque si he de vender el nuevo iPad con números, esa es la baza más alta que tengo), y antes de convertirlo en una apasionada discusión que desemboque a la larga en tópicos fuera del tema inicial, simplemente intento hacer entender a mi interlocutor que la pregunta que ha de preceder a la suya es ¿A qué dedicas tu tiempo libre?

Cola fnac

No me gustan las motos, no toco el acordeón, no soy superfan de Star Wars, por eso ni tengo moto, ni he comprado un acordeón (ni he pagado clases para aprender a tocarlo), ni he gastado dinero en material de Star Wars (bueno, fui a ver la versión 3D del Episodio 1). Pero sí me gusta ver las estrellas, y hacerles fotos, y tocar el piano –por eso he gastado en telescopio, cámara réflex y teclados. De nuevo, todo es cuestión de preferencias, y qué más puedo contestar que un Sí a la pregunta “¿Has pagado xxx euros por eso?”, porque así es, los he pagado (pido permiso para hablar del dinero de mis padres como si fuera mío mientras soy estudiante). Y si hecho cuentas, con lo relativo que es el dinero y el coste de las cosas, estoy convencido que el balance no es de pérdida. Pero no convencido por la mera voluntad de estarlo, sino porque así lo siento.

Somos dueños de nuestras palabras, somos dueños de nuestro tiempo, y como en nuestra sociedad intercambiamos alimentos (pero también bienestar y caprichos) por monedas que obtenemos trabajando (en su forma honrada), también somos dueños de nuestro dinero. Con todo, cada uno es libre de gastar su tiempo y su dinero en lo que le parezca oportuno. Sólo veo el problema en los que, en vez de buscar las cosas que le apasione hacer, ya sea trastear con un iPad o hacer puenting, tratan de encontrar las respuestas cuestionando las pasiones o hobbies de otros.

Cada vez encuentro menos sentido en las discusiones que involucran reflexiones de otros sobre en qué no deberíamos pasar las horas y vaciar nuestros bolsillos. Y cuanto más leo y escucho, más me convenzo de mis palabras. Si nunca harías cola para comprar un iPad: enhorabuena, no la hagas. Aquel que ha encontrado aquello en lo que le gusta pasar las horas es capaz de desarmar todos y cada uno de los argumentos que le intenten hacer creer que aquello que hace no merece la pena.

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