Hace unos días saltó a los medios la noticia de que el Departamento de Justicia de Estados Unidos había interpuesto contra Apple y cinco editoriales (Harper Collins, Hachette Livre, Simon & Schuster, Penguin y Macmillan) una demanda que las acusaba de estar llevando a cabo una práctica de colusión. Con esta manera de actuar se busca impedir la libertad de precios en la venta de un producto. Se acusa así a estas empresas de conspirar para fijar precios, lo que finalmente repercute en los usuarios, que pagan más, mucho más, por sus libros.
Pongámonos en situación. Esta denuncia pone de manifiesto que a las editoriales no les había sentado nada bien la política de precios impuesta por Amazon en su tienda. Esta, tras llegar a un acuerdo con las mismas, que le cedían los derechos de explotación de sus libros a un precio muy bajo, había conseguido que el coste final de los ebooks fuera mucho más reducido, por lo que las compañías editoras tenían menos margen de beneficios. Y aquí entra Apple, que les propuso un nuevo acuerdo, donde se mantenían los precios más elevados, estas volvían a tener más ventas (que habían bajado peligrosamente) y la empresa californiana a cambio se reservaba un 30% del beneficio sobre el precio final
Apple vio así la oportunidad de atacar a Amazon y su Kindle, que está teniendo una cuota de mercado importante por los precios que usa, y tratar de defender a su reciente iBook Store. Y todo esto nos lleva a la noticia que ha saltado hace escasas horas a la palestra, que no es otra que el comunicado de la compañía de la manzana en el que se defiende de dichas acusaciones.
Así a través de su portavoz, Tom Naumayr, la compañía con sede en Cupertino ha elaborado la siguiente nota de prensa:
La acusación del Departamento de Justicia en contra de Apple simplemente no es verdad. El lanzamiento de la iBook Store fomentó la innovación y la competencia, rompiendo el monopolio que Amazon había establecido en la industria editorial. Desde entonces, los clientes se han beneficiado de libros electrónicos más interactivos y atractivos. Además, igual que los desarrolladores pueden fijar los precios que quieran en la App Store, las editoriales pueden hacer lo mismo en la iBook Store.
No hay muchas más novedades al respecto por ahora. Tenemos por una parte a Apple, que se ha metido en una guerra sin ser protagonista, pero de la que espera sacar beneficio y por ello es más difícil de ser encausada y por otro lado las editoriales, dos de las cuales, Penguin y Macmillan van a llevar el caso hasta los tribunales de justicia, mientras que Simon & Schuster, Hachette y HarperCollins han llegado a un acuerdo.
Mi opinión personal es que ejemplos similares se dan últimamente en varios ámbitos y no generan tanta polémica siendo igual de injustos. Es el caso de algunas compañías de videojuegos o productoras de cine que venden sus productos en formato descargable, ahorrándose gastos de fabricación, distribución, empaquetado, marquetería, etc, pero que siguen manteniendo un precio similar en el producto digital. ¿Es justo pagar lo mismo cuando su coste de producción es mucho menor y que así su cuota de beneficios se dispare? Rotundamente no, y eso es algo que no han asumido muchas empresas, de “todos” los sectores, que pretenden seguir explotando la gallina de los huevos de oro, hasta que lleguemos a un punto de no retorno.