Así, como reza el titular, me recuerda al reproche de un niño; “no me importa que me quites la pelota porque yo tengo otra mejor”. Parece una justificación, como digo, de infante, pero no, es la que da Apple en referencia a la perdida del certificado EPEAT. Para poner en situación a los más despistados, la semana pasada la compañía “pidió” al grupo que controla la normativa EPEAT, eliminar 39 de sus productos, incluyendo equipos de escritorio, portátiles y monitores, de su lista de dispositivos certificados.
La nota de prensa que ha publicado Apple hace unas horas es muy clara, pero manifiesta que no tiene fundamentos de ningún tipo, pues no aporta ningún tipo de dato irrefutable:
Apple tiene un enfoque integral para medir nuestro impacto ambiental y todos nuestros productos cumplen con las más estrictas normas de eficiencia energética, como la Energy Star 5.2, respaldada por el gobierno de los EE.UU. También lidera la industria por la notificación de las emisiones de gases de efecto invernadero de cada producto en nuestra página web, y los productos de “Apple son superiores” en otras áreas importantes del medio ambiente que no se miden por la EPEAT, como la eliminación de materiales tóxicos.
¿Es esta la única capacidad de respuesta que tienes, Apple? Ayer veíamos, como ya citámos, como los compañeros de Xombit hablaban de lo contaminante que resulta cambiar las baterías de la serie MacBook Pro con pantalla Retina (iFixit le ha dado una puntuación en raparabilidad de 1 sobre 10). En mi caso, con un MacBook Pro de 2010, y tras no llegar a los dos años de uso, he de acudir a un servicio oficial Apple a que me cambien y se queden con mi vieja batería. ¿Donde está el hacer todo más fácil al usuario? Estuve releyendo ayer un muy buen artículo de nuestro compañero Axel Marugan en el que hablaba del cambio progresivo que estaba experimentando Apple. Una compañía en la que lo más importante era el usuario, no las ventas y el dinero (que también lo eran, pero no lo primordial). Creando productos con brillo. Hoy ese brillo se ha perdido y es una compañía más. Y cuando se pierde la brillantez puede convertirse en el Microsoft de principios de década.
De nada me sirve que me vendas un iPod Nano en una caja minimalista sin instrucciones, para no gastar papel; no me sirve que tenga que comprar un cargador para un MacBook Pro, del cual mantienes el precio pero empleando materiales de “mucha” peor calidad y más contaminantes. No, las cosas no se hacen así. Duele más aún cuando fue Apple una de las empresas que ayudó a desarrollar el estándar EPEAT en sus inicios, cuando hacía las cosas bien, pero parece que se ha pasado al lado oscuro. Hace un momento eran los organismos públicos en San Francisco los que se negaban, bajo el paraguas de una normativa estatal, a adquirir productos de Apple. Por esa misma norma, este efecto se puede extender a toda la administración pública estadounidense, con perjuicio en las ventas. Es verdad que mucha gente dudará de la utilidad de estos certificados, pero mi opinión es que tenerlos nunca está de más.
Y es que no es la primera vez en los últimos meses que a la compañía de Cupertino le llueven las críticas por la ausencia de controles en materia de respeto al medio ambiente. Pese a como decía, lo puro e inmaculado que ofertan su producto, el año pasado Greenpeace calificó a Apple como la compañía tecnológica que “menos” cuidaba el medio ambiente, haciendo referencia además al enorme consumo energético de sus centros de datos, equivalente hasta a un 2% de la demanda energética mundial. Muy lejos parece quedar aquel año 2008 en el que Apple nos recordaba su apuesta por cuidar el medio ambiente.
Apple siempre la tiene más grande. El orgullo por encima de todas las cosas.
Alfinal resultará que Steve Jobs no era el único “caprichoso” de Apple.