A principios de los años 80 Apple diseño Unifile Twiggy Drive, un lector de disquettes que pretendía convertirse en el estándar de los ordenadores Apple de la época. Su nombre está inspirado en la modelo inglesa Twiggy, considerada por los expertos del mundo de la moda como la primera top model, además de uno de los referentes estéticos de la juventud británica durante los convulsos y creativos años 60 del pasado siglo.
Creado en 1983, se concibió como una disquetera para discos de doble cara y cuyos cabezales estaban situados a ambos lados del eje rotatorio en lugar de estar uno enfrente del otro, tal y como era habitual en las disqueteras convencionales de la época. Para usar Unifile Twiggy Drive había que hacerse con unos disquetes especiales de Apple, los llamados Fileware Twiggy Disks, que eran bastante diferentes de los que se comercializaban por aquellos años. Las principales características de los Fileware Twiggy Disks eran las siguientes:
- Las muescas laterales de encaje en la disquetera eran diferentes y el disco tenía un diseño especial que impedía meterlo al revés en la disquetera.
- El deslizador para proteger/desproteger los datos se reubicó en uno de los lados.
- La capacidad era de 800 k, una barbaridad para la época.
- Velocidad de rotación variable que oscilaba entre las 218 y las 320 RPM, según que parte del disco se leyera, en lugar de las 300 RPM estándar. Ésto se traducía en que el aprovechamiento de todos los sectores del disco era mayor y no se desperdiciaba tanto espacio de almacenamiento. A modo de curiosidad, decir que los discos duros mecánicos modernos hacen justamente lo contrario: varían la tasa de datos y mantienen la velocidad de giro constante.
La ambiciosa intención de Apple fue convertir a Unifile Twiggy Drive en la disquetera que usaran los Apple II y Apple III, hecho que solamente llegó a materializarse en el Apple Lisa, el único modelo en el que la disquetera pudo usarse, convirtiendo a este producto en una auténtica rareza, objeto de deseo para los más fanáticos. Fueron varias las razones que condenaron a Apple a tal fracaso. La principal fue que la disquetera que Sony comercializaba en aquellos años era mucho más estable que la de Apple y sus discos estaban estandarizados. Por otra parte, los de Cupertino se obcecaron demasiado en desarrollar su propio hardware, hecho encomiable pero que resultó un fracaso al tener que suspender la comercialización del dispositivo aún después de haber realizado la campaña publicitaria. También se tuvieron que destruir todos los modelos fabricados y, creedme, eso tiene que escocer bastante.
Para la historia ha quedado esta anécdota que os hemos contado hoy y para los museos ha quedado esta pieza de coleccionista que exhiben orgullosamente en sus vitrinas. Pero con lo que realmente hay que quedarse no es con el fracaso que supuso esta iniciativa, sino con la ambición y los deseos de innovación que han caracterizado a Apple desde su fundación y que, desde que Jobs nos dejó, parece que se están perdiendo.