El próximo mes de junio se cumplirán 10 años de la salida al mercado de un dispositivo que fue un verdadero punto de inflexión en el mundo de las comunicaciones, el iPhone. Enfoco este artículo más desde un punto de vista emotivo antes que técnico.
Este aparato, conocido popularmente como 2G, consiguió integrar diversos elementos que si bien ya tenían algunos terminales, como la cámara, con otro que no lo era: la ausencia de teclado físico.
Ya en su presentación en enero de ese año fue una sensación. Un verdadero smartphone con trasera en aluminio, un botón central que se mantuvo inmutable hasta el iPhone 5, conexión de auriculares, ya que era además un iPod, cuatribanda y Wi-Fi.
La parte personal, mis sensaciones.
Reconozco mi debilidad por este modelo, ya que considero que fue un verdadero punto de inflexión, Apple lo hizo. Creo que era un terminal mágico, ya que además las unidades que se veían por España procedían de personas que lo compraron en Estados Unidos. Sacar un iPhone del bolsillo era toda una declaración de intenciones, casi un rito. Un aparato con un “brillo mate”, una manzana que sí que brillaba, una base de plástico negro, una pantalla pequeña, pero resultona, y un mosaico de aplicaciones, algo fascinante.
Tenerlo en la mano causaba sensación, era pesado, pero se adaptaba bien a ella. No era un teléfono cualquiera, en absoluto. De hecho, se pueden encontrar algunas unidades por el mercado de segunda mano por la red, algunos a precios desorbitados.
Ya Apple dejó de darle soporte, es lógico. Se quedó con iOS 3.1.3, pero quien tenga la suerte de tener uno tiene un pequeño tesoro. Envía y recibe llamadas y SMS perfectamente, aunque ya las apps no funcionen. Su cámara de 2 megapixels, no era su fuerte, pero cumplía. Tampoco grababa vídeo, algo que sí que hacían sus competidores, pero daba igual. Apple lo había hecho, como otras tantas veces lo haría posteriormente.
Afortunadamente tuve uno. Lo he usado hasta hace bien poco, aunque murió por donde tenía que morir, la batería. Era una muerte anunciada, ya que sabemos que las baterías de la marca de Cupertino no son reemplazables, al menos por un mortal cualquiera.
Desde aquí mi pequeño homenaje a esa piedra de toque que fue el iPhone original, el terminal que abrió una senda que han seguido todos, el deseado y que algunos tuvimos la suerte de poseer, disfrutar y utilizar. 10 años, una “era geológica” en cuanto a tecnología, pero un instante en nuestras vidas.
