Una vida da para mucho, y la vida de un genio más aún. Los 56 años que nos regalo Steve Jobs están llenos de anécdotas, unas más controvertidas que otras. Muchas se encuentran recogidas en la biografía que Walter Isaacson escribió tras su muerte. Si has tenido la oportunidad de leerla, estoy seguro que sabes de que hablo, y conocerás a ciencia cierta las numerosas excentricidades del, por aquel entonces, CEO de Apple. Es probable que pienses que queda poco por saber de esta persona, pero te equivocas, el autor Ken Segall nos trae otro libro titulado Insanely Simple: The Obsession That Drives Apple’s Succes (Increíblemente simple: la obsesión que impulsa el éxito de Apple). Posiblemente, en el siguiente párrafo leerás algo que te sorprenderá mucho de este californiano.
Un extracto de este libro nos remonta poco después del lanzamiento del primer iMac. Por aquel entonces Steve buscaba una manera original de celebrar la llegada al millón de unidades vendidas. Segall nos cuenta lo siguiente:
La idea de Steve era hacer un Willy Wonka. Como hizo Wonka en la película, Steve quería poner un certificado dorado que representara el millón de equipos dentro de la caja de un iMac y anunciarlo. Quien abriese la caja del iMac tendría la suerte de recibir el reembolso de su dinero y sería trasladado en avión a Cupertino, donde él o ella disfrutaría de un recorrido por el campus de Apple. Steve ya había dado instrucciones a su grupo creativo interno para diseñar un prototipo del certificado dorado, el cual compartió con nosotros. Sin embargo, lo que acabó con la idea fue que Steve quería ir a por todas. Quería conocer al afortunado con todo el atuendo de Willy Wonka. Sí, con sombrero de copa y frac.
Esta idea, divertía a algunos pero disgustaba enormemente a otros, incluyendo años después, a un servidor. Por suerte las leyes de California decían que, para que un sorteo fuera legal, no era necesario que hubiese una compra. De esta manera se permitía la participación de cualquier persona, hecho que implicaba demasiadas variables; logrando de esta manera, que el CEO de la compañía acabase por desechar la idea.
¿Cómo se os queda el cuerpo después de leer algo así? Yo sólo puedo decir que coquetear con el LSD, tiene consecuencias a largo plazo. Finalmente, como una imagen vale más que mil palabras, os dejo un corto hecho por los chicos de Collage Humor el año pasado. Creedme, no tiene desperdicio e ilustra de manera sublime toda esta historia.
Yo creo que cuando Steve Jobs propuso esta idea, se había metido una cantidad de LSD poco recomendable para tomar decisiones lógicas.
Él siempre ha sido partidario de un hermetismo absoluto en Apple. Y para colmo, quería disfrazarse a lo Willy Wonka. Menos mal que las leyes de California estaban estipuladas de esa manera, sino se habría arrepentido el resto de su vida. Menudo ridículo…