Adquieres tu nuevo capricho, posiblemente tras unos meses de ahorro, y muchos normalmente tenemos ya vista una funda y un protector de cristal templado para tenerlo impoluto. Es normal,a nadie le hace gracia tenerlo con golpes, marcas o con el cristal agrietado. Lo sacas de la caja y con el cuidado de un cirujano, quitas la lámina de plástico, pasas un trapito y colocas la funda y protector. A disfrutar de él durante el tiempo que puedas (o el hype te deje).
La mayoría de los usuarios, casi un 90 por ciento, tienen su iPhone protegido. Ya sea con funda de piel o de plástico de un bazar chino, sabemos que las fundas nos aportan un extra de protección, además de dar un toque más personal según nuestros gustos. Encontramos gente con fundas que contienen motivos sobre su equipo de fútbol, sus dibujos favoritos o su banda de rock. Y también los atrevidos que lo que quieren es disfrutar de un diseño, de un tacto especial, un color, etc.
Siempre el fantasma de la caída está presente. Por muy cuidadosos que seamos, a veces de manera inexplicable, el teléfono se nos escurre entre los dedos y ocurre lo inevitable. Esa marca aunque sea inapreciable para los demás, sabes que está ahí. Cada vez que tomas el iPhone tus ojos indefectiblemente se van ahí y te lamentas de haber sido “tan valiente”.
Durante una buena temporada lo he llevado sin ella. La sensación, de primeras, es de extrañeza y de cautela. El temor constante al golpe estaba supeditado a la sensación casi única de tener entre las manos algo “redondo” en cuanto a diseño. El iPhone, cualquiera de ellos, es un aparato bonito. Detrás de esos diseños hay un equipo que trabaja duro durante bastante tiempo, tratando de acertar, innovar, en definitiva, ser la sensación. No considero que llevarlo desnudo sea una temeridad, aunque has de tener en cuenta que cuando se te caiga, que lo hará, sus consecuencias serán negativas a la hora de revenderlo.
¿Me lanzo a llevarlo así?
Es una experiencia que recomiendo, ya que aparte del hecho de poder disfrutar de un diseño increíble, parece que automáticamente te vuelvas más cuidadoso, tus manos lo sujetan con más ganas y poco a poco pierdes el miedo. Ganas en confianza y sabes que nada va a pasar. Y bueno, si pasa y se cae, eres consciente de que has asumido unos riesgos. Prueba a ver que hay vida más allá de las fundas.